En Iten, a 2.400 metros de altitud, en el altiplano keniano, Lornah Kiplagat abrió un lugar de peregrinación para todos aquellos que quieran viajar al origen del atletismo, al origen de sí mismos. Es un centro de alto rendimiento -un albergue con gimnasio y todos los servicios, sin televisión, con wifi, rodeado de sendas para correr y de una pista de tierra endurecida de 400 metros- que por 36 euros al día, alojamiento y comida, permite vivir la vida sencilla de los atletas kenianos, los mejores, que se resume en correr, comer, dormir. Allí, en febrero, se pasará un mes entrenándose y aprendiendo Arturo Casado, el campeón de Europa de los 1.500 metros, que habla de la aventura que le espera con la emoción de quien se refiere a una experiencia mística.
A diferencia de otros deportistas que consideran el entrenamiento en altitud simplemente como un elemento científico directamente ligado a un incremento del rendimiento -en altitud, la menor presión del aire se traduce en una cantidad menor de oxígeno al respirar, lo que el organismo contrarresta fabricando más glóbulos rojos y mayor capacidad de transporte de oxígeno en la sangre: el ideal de los atletas de fondo, cuyo atajo prohibido son las transfusiones y la EPO-, Casado viaja sobre todo por curiosidad.
"Voy a aprender a escuchar a mi propio cuerpo, que es, quizá, una de las cosas más difíciles en estos tiempos de tanto ruido", dice Casado; "voy a entrenarme dejándome guiar por mis sensaciones, sin pulsómetros, sin ciencia". Un viaje interior materializado en varias horas de carrera diaria en los senderos del valle del Kerio acompañado de cientos de atletas kenianos.
"No tendré problemas para encontrar compañeros de entrenamiento de buen nivel, sino todo lo contrario", dice Casado, quien no disputará la temporada en pista cubierta -renuncia a los Europeos de París- y comprobará los beneficios del entrenamiento keniano en pruebas de cross: "Deben de salir diariamente 800 a entrenarse por los alrededores". Y por allí también suelen ir a prepararse Mo Farah y Mustafá Mohamed, británico y sueco, respectivamente, de origen somalí, dos de los mejores atletas europeos.
"Más bien, no te sobres, ten cuidado, no te piques con ellos, que te sacan los ojos", le advierte Luismi Martín Berlanas, el plusmarquista nacional de los 3.000 metros obstáculos, que, obligado por las lesiones, dejó el año pasado el atletismo profesional y que es amigo de Casado; "en altura, aunque te adaptes, nunca estarás a tu máximo y ellos son muy buenos, aunque quizá su nombre de entrada no te suene de nada. Seguro que en el verano dirás 'anda, si este es aquel con el que me entrené en febrero...". Berlanas, como buen obstaculista, creció en la admiración de los kenianos, de esos atletas finos y esbeltos, de su vida sencilla, de su cuenco de arroz cotidiano que se comen a la puerta de su cabaña mientras ven amanecer desde un altiplano en la línea del Ecuador bajo una temperatura de primavera perpetua: Shangri-La, más o menos.
Un par de semanas antes de Casado, abriendo camino, se pasará por Iten, a apenas 35 kilómetros de Eldoret, la capital de Valle del Rift y del atletismo keniano, Fran España, el hermano pequeño de Jesús, subcampeón de Europa de los 5.000 metros. "Me gustaría ir también", dice el mayor de los España, "pero con mi mujer, Olga, y ella no puede porque está embarazada".
Como los hermanos España, Casado ha sido uno de los atletas que más abiertamente se han declarado en contra del dopaje durante toda su carrera y que más abiertamente se han expresado respecto a la Operación Galgo, la intervención de la Guardia Civil en el grupo de entrenamiento de Manuel Pascua y de Marta Domínguez, que, aparte de su impacto directo contra el dopaje, también ha servido para impulsar un cambio entre la mayoría de los atletas limpios, quienes ya no temen expresarse en voz alta.
Si han elegido el aire limpio del centro de Lornah Kiplagat -atleta holandesa de origen keniano- por comodidad, Casado y Fran España tampoco ignoran que, mientras se buscan en la soledad y en la ausencia de ruido, también contribuyen a una obra de mayor alcance. El centro lo fundó Kiplagat como una escuela deportiva para dar a otras jóvenes las oportunidades que ella no tuvo, pero al poco vio cómo avispados agentes europeos llegaban y seducían a las chicas con promesas de lujo y dinero en Europa. Ahora el objetivo del centro, abierto a atletas de todo el mundo, es generar dinero para financiar un colegio secundario, no solamente cerrado al deporte, para que las jóvenes se preparen para quedarse en Kenia y asumir un papel importante en el desarrollo del país
Fuente: elpais