"Devolveré el favor con medallas." El fondista etíope Alemayehu Bezabeh agradeció en 2008 su "ciudadanía express". Se la dieron por carta de naturaleza, atendiendo "al interés general de la nación". Justo a tiempo para representar a España en los Juegos Olímpicos. En Pekín no hubo medalla, aunque fue finalista en los 5000 metros y terminó en un meritorio undécimo puesto, tres delante de su compatriota, el madrileño Jesús España. Un año después, el 13 de diciembre de 2009, en Dublín, Bezabeh se coronó "primer español campeón europeo de cross de la historia", según titularon los diarios. Pero Bezabeh, un "sin papeles" que cinco años antes dormía en el parque madrileño de Cuatro Caminos, no pudo defender su corona europea en el reciente torneo de Abufeira, Portugal. Y tampoco celebrar con fiesta su cumpleaños número 25, este 1° de enero de 2011, fecha en que los médicos españoles estimaron su nacimiento. El 9 de diciembre pasado fue detenido por la Guardia Civil con una bolsa que contenía su sangre, supuestamente lista para una autotransfusión. Bezabeh está a punto de convertirse en el primer deportista de 2011 sancionado por doping.
Alemayehu nació en Asella, 200 kilómetros al sudeste de la capital Addis Adeba. Creció en una casa de una sola habitación, dividida por cortinas. Suelo de tierra, paredes de barro y paja, sin agua corriente y con una bombilla que aún hoy cuelga de una instalación manual. Asella, pleno altiplano etíope, es la cuna de varios de los mejores fondistas mundiales, comenzando por el gran Haile Gebrselassie, bicampeón olímpico y cuatro veces campeón mundial en los 10.000m. Entrenando en altitud, con menor presión parcial de oxígeno en el aire, el organismo pone en marcha sus propios mecanismos de defensa. Aumentan los glóbulos rojos y crece la resistencia. Sisay, el mayor de los nueve hermanos, de 38 años, corrió representando a Australia en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 y Sydney 2000, hasta que una lesión en el ciático lo obligó a parar. Hoy maneja un taxi en Sydney. Almegena, de 28, se fue hace cuatro años a correr pruebas de fondo a los Estados Unidos. Bezabeh Desta, su padre de 77 años, un ex funcionario que cobra una pensión de 20 dólares mensuales, no sabe dónde vive su hija. Tampoco lo sabe Debade, la madre de 59, una empleada de limpieza que se separó de su esposo cuando Alemayehu tenía dos años. Ninguno supo decir en qué fecha nació Alemayehu, un dato impreciso en un país donde 81 de cada 1000 niños mueren antes de cumplir un año. Bezabeh fue llevado a España por un agente de atletas africanos. Al menos llegó en avión, no en un barco precario, "pateras", como los que hace dos días naufragaron con cerca de 80 etíopes, casi todos fallecidos, en la costa de Yemen, puerta de entrada a otras naciones más ricas de Medio Oriente y, eventualmente, a Occidente.
Bezabeh, aunque algunos datos se contradicen, pasó su primer mes en Madrid comiendo en comedores de Auxilio Social y durmiendo en un banco en el parque Cuatro Caminos. "He conocido a un chico de mi país tirado en un parque, ¿podemos hacer algo por él? Necesita abrigo y algo de dinero". Fakidu Bekele, viejo campeón de maratones, recibió el apoyo de la Asociación Karibu, que ubicó a Bezabeh en la zona de Delicias, junto con otros africanos. Bekele lo llevó al club Bikila, nombre que homenajea al atleta etíope que ganó corriendo descalzo la maratón de los Juegos de Roma 60. Durante más de un año, Bezabeh viajó por media España ganando 1000 euros al mes en carreras populares. Manuel Pascua, mítico entrenador, lo probó en octubre de 2007 con algunos de los mejores fondistas españoles. Bezabeh aguantó sin problemas las siete series de cuatro minutos. Y, para sorpresa de todos, corrió después él solo un kilómetro más en 2m33s. Los análisis revelaron que Bezabeh había corrido todo el año con una fractura de estrés en la tibia. Un callo terrible. Lo curó corriendo, aguantando el dolor.
Pascua, hoy de 77 años, inició en los 80 la era de la preparación "científica" del atletismo español. De la mano del médico Eufemiano Fuentes y de Guillermo Laich, un especialista argentino que hace años debió declarar ante la justicia italiana, implicado en una investigación sobre doping en la Juventus de los años 90. Para Fuentes, contó hace unos días el periodista Carlos Arribas en El País , el deportista es un mero medio de experimentación y "su salud es un asunto secundario, incluso despreciable". Llegaron las primeras medallas. "Hace treinta años -escribió dos semanas atrás el ex atleta Martí Perarnau- empezaron unas prácticas ilícitas, inmorales y denigrantes". Una "estafa" que sirvió para batir plusmarcas y ganar podios "celebrados con vehemencia patriótica". Una batalla perdida ante "los mafiosos, ilusionistas y vendedores de unguentos de serpiente". El podio a cualquier precio sumó luego una generosa política de nacionalizaciones, a contramano del endurecimiento de las leyes inmigratorias. Los cubanos Nyurka Montalvo, Yesenia Centeno, Joan Lino, Luis Méliz y Franck Casañas, los nigerianos Glory Alozie y Josephine Onyia y el ecuatoriano Jackson Quiñonez, entre tantos. Hay 153 inmigrantes becados. El esquiador alemán Johann Muhlegg era "Juanito" cuando ganó tres oros para España en los Juegos de Invierno de 2002. Volvió a ser Johann cuando se comprobó que ganó dopado. "Si 5,6 millones de personas, el 12 por ciento de la población española, es inmigrante, ¿por qué no el deporte?" ¿Protestarían si Lionel Messi hubiese sido nacionalizado español?, se preguntan los defensores del sistema.
Etiopía y Kenia, se sabe, tienen los mejores fondistas del mundo. En la última Maratón de Boston, hubo 13 africanos entre los mejores 25 (ocho de Kenia y cuatro de Etiopía). Los kenianos ganaron 18 de las últimas 23 ediciones. Los etíopes, tres. En mujeres, las kenianas ganaron siete de las últimas 14 ediciones. Las etíopes, cinco. Un etíope y una keniana ganaron la última maratón de Nueva York. Y en México, país de gran tradición en carreras de fondo, piden límites porque los kenianos hegemonizan títulos y dinero. En maratones de Europa se estableció un límite de hasta tres atletas de un mismo país. "¿Para que financiar la Maratón de Padua si siempre ganan los negros?", se preguntó un mes atrás Pietro Giovannoni, consejero de la xenófoba Liga Norte. Los africanos del este, delgados y bajos, se caracterizan por sus músculos con fibras lentas, extremidades inferiores estilizadas (lo que implica menos desgaste) y enzimas musculares que trabajan más y disminuyen la sensación de fatiga, clave para la larga distancia. Los del oeste, más altos y musculosos, dominan en la velocidad. No se trata de genes ni color de piel, sino de climas, geografías y cultura, dicen estudios que buscan eliminar prejuicios. Como que correr fue siempre algo natural porque sólo así se llegaba a la escuela que estaba a diez kilómetros. "La mía estaba frente a casa", dijo una vez Wilson Kipketer, plusmarquista mundial en 800m, según un excelente trabajo publicado por Manuel Rodríguez Abreu y Alejandro Núñez Llobregat en el muy buen sitio www.efdeportes.com.
En febrero de 2010, Bezabeh coronó campeón europeo de clubes al Bikila Toledo. Lo hizo cruzando la meta tomado de la mano con su compañero de equipo, Ayad Lamdasen, un marroquí que ahora también gana medallas para España. "No es humano, es un robot, es el atleta del futuro", lo describió Pascua. En marzo, en el Mundial de cross de Polonia, Bezabeh terminó en un inesperado séptimo puesto. El 9 de diciembre, días antes de su defensa del título europeo, Bezabeh fue detenido con una bolsa que contenía su propia sangre. La Guardia Civil, que realizaba escuchas judiciales desde hacía siete meses, concretó Operación Galgo, la tercera gran redada antidoping en España, después de Operación Puerto (2006) y Operación Grial (2009). Pascua y Eufemiano Fuentes fueron directo a la cárcel, igual que Marta Domínguez, máxima atleta en la historia de España. Bezabeh se declaró inocente. "¿Qué si fue engañado?, si quiere ser español para lo bueno también debe serlo para lo malo", me responde por correo un atleta español. Bezabeh ganó un buen dinero, pero teme una suspensión de dos años y perder la beca de 17.000 euros anuales. Por las dudas se mudó a un piso más barato, con su esposa próxima a ser mamá. Unos días antes del fin de año, Judith, una inmigrante nigeriana de 28 años, vio nacer a su hija en diciembre, a bordo de una patera rescatada en el mar y llevada a Motril, Andalucía. La niña pesó 3,680kg. La bautizaron "Happiness" (Felicidad).