Una mujer optimista, que se reencontró a sí misma tras 10 meses de ausencia de las pistas.
Yelena Isinbayeva es de pocas palabras, pocos amigos, pero tiene muchas ganas de volver a estar en lo más alto. La rusa, que tiene 27 plusmarcas mundiales en el salto con pértiga (15 al aire libre y 12 en pista cubierta), regresó oficialmente ayer al atletismo, en el torneo Invierno Ruso, que ganó en Moscú con marca de con 4,81 metros.
Yelena retornó después de casi un año fuera de las pistas con la idea de reparar un ego maltratado y redescubrir su amor por un deporte que la dio a conocer, pero que también la hizo llorar lágrimas de sangre.
Nacida en Volvogrado, Isinbayeba decidió en abril de 2010 hacer una pausa indefinida en su carrera después de los malos resultados obtenidos en el Mundial de Berlín de 2009 y en el de Doha del año pasado.
Todos recuerdan su desolada imagen en la justa alemana. Bajo una lona de plástico gris, ella, que dice sentirse como un ángel cada vez que se alza hacia el cielo, se cubrió la cabeza, ocultó su pena y meditó sobre la tarde que por primera vez fue al infierno.
Yelena, campeona mundial y olímpica, no sobrepasó los 4,75 metros. Su reacción a ese primer fallo llevó su altiva firma: subió el listón cinco centímetros. Eran sólo 4,80; nada, en teoría, para la Isinbayeva que nunca falla, que ha saltado 5,06 al aire libre; que una noche de agosto, en Pekín, con la llama olímpica al fondo y el planeta pendiente, inmortalizó en 5,05 su segundo oro olímpico. Pero Yelena falló, no pudo siquiera superar los 4,75 metros en tres intentos y, desde ahí, su vida fue un calvario.
La reina de las alturas, la bella 'zarina', se vio vulnerable ante el mundo entero. La que dominaba prueba tras prueba sin dar opción a sus rivales sufrió un estancamiento notorio, que la llevó a una crisis en las pistas, por sus resultados, y a otra existencial, lo que la hizo cambiar de vida.
"Pensaba que era capaz de seguir volando alto, que era inalcanzable; y de repente me estrellé. No quería saber nada de nadie, ni de mí misma", señaló Yelena a la BBC, en un reportaje que se le realizó seis meses después de su retiro temporal.
Sin duda, esas derrotas fueron un duro golpe para su ego y le hicieron repensar su vida en el deporte que practica desde los 15 años.
Las caídas
Aunque este 'descanso' ha sido el periodo que más tiempo pasó alejada de la lucha por los metales, no es la primera vez que lo toma. Su primera crisis la sufrió hace poco más de seis años. Tras ganar el oro olímpico en Atenas se replanteó su método de entrenamiento al sentir que no progresaba y fue así como en el 2006 dejó a Evgeny Trofimov, su técnico, para trabajar con Vitaly Petrov, el mismo que forjó a Sergei Bubka, el mejor pertiguista de la historia.
Y los cambios no sólo fueron deportivos: Yelena dio un giro radical a su vida. Se fue de la casa de sus padres -un empleado de oficios varios y una cajera de supermercado- y fijó su residencia en Mónaco.
Allí, en el principado monegasco, en Formia (Italia) y en Donetsk (Ucrania), epicentro del 'universo Bubka', comenzó a realizar nuevas rutinas. El cambio dio resultados y Yelena volvió a saltar cada vez un poquito más alto, añadiendo plusmarcas, que sólo ella iba superando... Hasta que llegó el llanto, la tristeza y la soledad que dejan las derrotas.
Muchos afirman que los nervios y su altivez fueron, en ese momento, sus peores enemigos; y que eso se reflejó en las dos competiciones en las que Yelena dejó de ser la niña linda y carismática para convertirse en un 'patito rabioso y feo', enceguecido por el dolor.
Sin embargo, Petrov aclara que ella siempre ha respetado a sus rivales y que trata de calmar sus propias ansias de ganar. "Esa sobreexcitación puede jugarle alguna que otra mala pasada, sobre todo al principio. Después, las ganas de competir siempre son un plus. Ella irá prueba por prueba, pero estoy seguro de que puede llegar a saltar 5,15 o 5,20 metros", expresa Petrov.
Un salto personal
En estos 10 meses alejada de las pistas y de los flashes, Yelena asegura haberse reencontrado con sus raíces. Volvió a su natal Volvogrado, estuvo en compañía de sus padres, familiares y amigos de infancia y se llenó de la vitalidad que necesitaba para empezar de cero. Eso sí, nunca dejó de entrenar.
"Al principio no tenía la misma motivación, pero al llegar a mi casa sentí que mi espíritu renació. Y las ganas, cada día, fueron creciendo", expresó.
Hoy, sus allegados, y quienes sólo la veían firmar autógrafos y repartir besos al público, sin mediar palabra, aseguran que Yelena es otra. No solo la ven mejor física sino también mentalmente. En su mirada, además, denota alegría y sus grandes ojos azules volvieron a brillar.
"Me levanto con una actitud positiva hacia el día. Me miro en el espejo y digo: 'soy la mujer más encantadora que existe'... También, he mantenido una buena dieta. En resumen, el secreto más importante ha sido amarme a mí misma, amar todo lo que me rodea. El amor es la mejor dieta: nos hace bellos, sanos y felices", afirmó.
Con ese empuje, a los 28 años, está de regreso y lista para recuperar la atención del deporte mundial. "Lo más importante para mí era ganar. Estoy muy feliz por estar de vuelta. No creo que me tome mucho tiempo lograr récords del mundo nuevamente", dijo tras salir victoriosa en Moscú.
No obstante, la principal meta de Yelena es recuperar la corona de salto con pértiga al aire libre, en el Mundial de Daegu (Corea del Sur), que se disputará en agosto. Y como extra, tendrá otra motivación, ya que tiene una peculiar apuesta con su técnico: él se tendrá que poner un arete si ella conquista la altura de 5,10 metros.
Yelena regresó a Moscú para renacer en cuerpo y alma, y el récord número 28 lleva ya demasiado tiempo aguardando por su 'zarina'.
Fuente: eltiempo
