Kenenisa volvía al lugar que le encumbró en 2005 en los 10.000 metros, cuando paró el reloj en un registro histórico: 26:17:53 · Tras una lesión en noviembre de 2008 Bekele no había vuelto por sus fueros · El fin del mito ya no era una mera especulación, pero quedaba Bruselas ·
La leyenda de Bekele parecía difuminarse tras un calvario de lesiones que comenzó aquel maldito 16 de noviembre de 2008 cuando se disponía a batir el récord del mundo de 15 kilómetros en la localidad holandesa de Nimega. El etíope reapareció en el Mundial de Corea el pasado agosto, pero tuvo que retirarse. El fin del mito ya no era una mera especulación.
Kenenisa volvía al lugar que le encumbró en 2005 en los 10.000 metros, cuando paró el reloj en un registro histórico: 26:17:53. En aquella ocasión, su joven hermano Tariku le ayudó a alcanzar la gloria en forma de récord mundial. En la edición de 2011 también estaría, pero en otra competición. Kenesisa tendría que arreglárselas sin alguien de su sangre. El ritmo de carrera era brutal, sus liebres estaban funcionando a la perfección en una prueba diseñada para el día de la resurrección. Pero una señal hacía temblar hasta la estructura del cercano Atomiun: su cara no era buena. Parecía que la díada Bekele-Bruselas se quebraría irremisiblemente. Había llegado su hora.
Sin embargo, la magia del otrora estadio de Heysel insufló aliento a su otro yo. El público se vino arriba y Kenenisa se aferró al tren de cabeza recuperando sensaciones. Sus piernas volvieron a dibujar la silueta del fondista inalcanzable y Bekele tomó la cabeza a falta de una vuelta. ¿Pero, quién estaba con él? Había un protagonista inesperado.
El keniata Lucas Rotich entró en una fiesta en la que no estaba convocado. Tutear a Bekele tiene sus consecuencias. El etíope apretó sus dientes y en 200 metros antológicos llegó a meta en 26:43:16, mejor marca del año. Su felicidad era plena. El sentimiento en un recinto abarrotado tornaba de rabia contenida a cosquilleos y piel de gallina, consecuencia directa del rodar antológico de un atleta insuperable. Nada podía ir mejor. Había merecido la pena sacrificarse por estar ahí en el Van Damme, en los altares del atletismo.
Al finalizar la carrera, el fondista keniata Thomas Longosiwa, segundo en 5.000, no podía contener su admiración al hablar con MARCA.com:"¡Guau, Kenenisa siempre vuelve! Ha estado maravilloso con un ritmo de carrera brutal!". Y le lanzaba un guante: "Espero competir contra él en breve, aunque yo no tengo ese final". Todo elogio se queda corto. Sólo si Bekele se encuentra a sí mismo, la estética y el atletismo podrán convivir en paz.
Marca.com
Kenenisa volvía al lugar que le encumbró en 2005 en los 10.000 metros, cuando paró el reloj en un registro histórico: 26:17:53. En aquella ocasión, su joven hermano Tariku le ayudó a alcanzar la gloria en forma de récord mundial. En la edición de 2011 también estaría, pero en otra competición. Kenesisa tendría que arreglárselas sin alguien de su sangre. El ritmo de carrera era brutal, sus liebres estaban funcionando a la perfección en una prueba diseñada para el día de la resurrección. Pero una señal hacía temblar hasta la estructura del cercano Atomiun: su cara no era buena. Parecía que la díada Bekele-Bruselas se quebraría irremisiblemente. Había llegado su hora.
Sin embargo, la magia del otrora estadio de Heysel insufló aliento a su otro yo. El público se vino arriba y Kenenisa se aferró al tren de cabeza recuperando sensaciones. Sus piernas volvieron a dibujar la silueta del fondista inalcanzable y Bekele tomó la cabeza a falta de una vuelta. ¿Pero, quién estaba con él? Había un protagonista inesperado.
El keniata Lucas Rotich entró en una fiesta en la que no estaba convocado. Tutear a Bekele tiene sus consecuencias. El etíope apretó sus dientes y en 200 metros antológicos llegó a meta en 26:43:16, mejor marca del año. Su felicidad era plena. El sentimiento en un recinto abarrotado tornaba de rabia contenida a cosquilleos y piel de gallina, consecuencia directa del rodar antológico de un atleta insuperable. Nada podía ir mejor. Había merecido la pena sacrificarse por estar ahí en el Van Damme, en los altares del atletismo.
Al finalizar la carrera, el fondista keniata Thomas Longosiwa, segundo en 5.000, no podía contener su admiración al hablar con MARCA.com:"¡Guau, Kenenisa siempre vuelve! Ha estado maravilloso con un ritmo de carrera brutal!". Y le lanzaba un guante: "Espero competir contra él en breve, aunque yo no tengo ese final". Todo elogio se queda corto. Sólo si Bekele se encuentra a sí mismo, la estética y el atletismo podrán convivir en paz.
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