Bolt, Bekele, Blake, Rudisha, Chicherova y un largo etcétera de astros del deporte condensados en apenas tres horas. La cita es tan grande que ciega el interés de muchos espectadores en Europa. Pero eso no ocurre en su capital. Allí tienen grabado a fuego que el guión del Memorial Van Damme está escrito con la sangre de los dioses.
Bruselas es la cabeza que une a dos hermanos siameses que están condenados a entenderse: Flandes y Valonia. Juntos, pero nunca revueltos, forman un país capaz de sobrevivir con un gobierno interino durante lustros. Porque Bélgica es distinta a todo. Y su cultura deportiva es la envidia del viejo continente.
Las seis reuniones de la Golden League fueron ampliadas a 14 en la llamada Diamond League que vio la luz en 2010. Muchos cambios en los últimos tiempos, pero un denominador común: Bruselas siempre acoge la última prueba. El Memorial rinde pleitesía a Ivo Van Damme, subcampeón olímpico en 800 y 1.500 en los Juegos de Montreal 76, que falleció unos meses más tarde en un accidente de tráfico, cuando el flamenco contaba con tan sólo 22 años. Y allí se citan los atletas más insignes que anhelan mejorar sus marcas, aprovechando el pico de forma que le dan los grandes campeonatos celebrados en fechas previas.
Blake se disfrazó de eternidad para lograr el segundo mejor crono en 200 de siempre
El Mundial de Daegu había decepcionado al aficionado al atletismo, un deporte espectacular y sufrido como pocos, pero que vive instalado de forma perenne en una montaña rusa de sentimientos encontrados. Todavía quedaba una bala en la recámara: el Van Damme. El público acudió en masa al estadio Roi Baudouin, tristemente famoso por una tragedia asociada a su antiguo nombre: Heysel.
Los atletas habían convivido un par de días en un hotel próximo al Jardín Botánico de Bruselas. El respeto y la integración eran máximos. Se respiraba atletismo en estado puro. David Rudisha bromeaba con los atletas africanos, el lanzador de peso Christian Cantwell optaba por relajarse con un trago de Coronitas. En cada esquina una anécdota, en cada rincón una historia distinta. Y apareció Bolt. Venía de entrenar en los buses fletados por una organización milimétrica, paradigma de gestión deportiva. Los miembros de seguridad lo querían subir a la habitación. Pero Usain no negó ni una firma ni una foto. Eso es lo que necesita el atletismo.
La competición
Y la expedición llegó al estadio. La enorme clase del pertiguista Lavillenie abría el apetito de una grada que exigía un episodio sublime de su referente: Bekele. Posteriormente llegó el Rey Usain y cumplió su promesa en los 100. Un tiempo de 9.76, mejor marca del año. Salió como siempre y llegó como nunca en esta temporada. El público coreaba su nombre, mientras que uno de sus compatriotas pasaba de puntillas.
Johan Blake quiso demostrar que su oro en Daegu no era casualidad. Nadie contaba con un gran despliegue en 200, en los que parecía un mero artista invitado. Nada más lejos de la realidad. El jamaicano se disfrazó de eternidad para lograr el segundo mejor crono de siempre, 19.26, superando la gesta de un Michael Johnson que el año pasado vivió el evento en calidad de comentarista.
La reina de la altura
La rusa Chicherova seguía pasando listones y nadie miraba para ella. La venganza de Anna llegaría más tarde. En la pista era turno para los 400 metros. Los ídolos locales, los gemelos Borlée, triunfaban al llegar en las dos primeras plazas por delante de Pistorius. Kevin, bronce en los mundiales, pudo hacer un poco más en la última recta, pero dejó la sensación de haber levantado el pie para que Jonathan tuviese su cuota de protagonismo.
En 100 metros vallas, Sally Pearson se iba al suelo al tropezar con una de ellas. Junto a Rudisha, que no tuvo su mejor día, fue la gran decepción de la tarde. Cuando el público se dio cuenta, Chicherova había pasado 2.05 metros y trataría de saltar 2.10, lo que supondría el récord del mundo. La rusa rozó la gloria en tres intentos vividos con una intensidad sobrenatural. Al llegar a Barajas, Javier Sotomayor, ilustre espectador en el Memorial, no tenía palabras cuando habló con MARCA.com: "La vi muy bien. Anna puede batir el récord". En el avión también compartimos una charla con el mediofondista y periodista español, Raúl Gil.
La ceremonia de los mejores atletas en las 14 competiciones ponía fin a la edición de la Diamond. El bus que transportaba a la comitiva al hotel nos ofrecía un compañero de asiento de excepción, el fondista keniata Thomas Longosiwa. Acusado años atrás de haber falsificado su pasaporte para un campeonato juvenil, parte del mundo del atletismo duda de su edad. Pero nunca de su corazón. "Me tiraron en el Mundial cuando iba a luchar por las medallas en 5.000, decidí levantarme y terminé sexto".
Tras pasar la malaria y un calvario de lesiones Longosiwa saca su coraje: "Vivo pensando en Londres. Allí voy a sacar medalla. Ni Lagat ni Farah ni Bekele, no tengo miedo a nadie". Su simpatía es extraordinaria, su capacidad de sufrimiento también. Nos pregunta por España entre varios intentos de decir "hola". Le interrogo por atletas nacionales y contesta: "Espera, conozco a uno, su nombre siempre me hizo muchas gracias: Jesús -en referencia al gran Jesús España-". Su siguiente destino era Milán, el de la mayoría de la expedición: la fiesta montada por la organización.
Una fiesta merecida
El lanzador de jabalina noruego Andreas Thorkildsen ahogaba su decepción con sus últimas actuaciones en cervezas locales, como manda la tradición. Cantwell seguía fiel a la Coronitas. Sólo Eva Arias y Natalia Rodríguez formaban la expedición española. La tarraconense estaba feliz por su temporada y por su carrera, en la que fue octava: "Estoy muy contenta por cómo ha ido todo". Ahora sólo queda la guinda a un año mágico: "En un mes espero que le otorguen a Tarragona los Juegos Mediterráneos de 2017".
Bolt fue el alma de la fiesta: bailarín, DJ, showman en estado puro
Blake se paseaba en chanclas abrazando a todo aquél que le felicitaba. Un simple 'congratulations' era equivalente a una presión insoportable sobre el pecho. Lo pudimos comprobar. Renaud Lavillenie iba de la mano con su prometida. Otro grupete se formaba comandados por el portorriqueño Javier Culson, que no cabía en la chaqueta tras vencer al campeón del mundo Greene en 400 vallas. En la fiesta, el omnipresente Bolt, tuvo un papel primordial, ora bailarín ora DJ. Nadie podía resistirse a sus encantos. Es imprescindible como gancho, como producto marketiano, amén de ser el hombre más veloz del planeta.
Otro Memorial Van Damme más, nuevas historias de superación en el cielo del atletismo mundial. Los mítines son los grandes desconocidos por la mayor parte de la afición española, mientras que encierran la esencia del atletismo de élite. Pasa igual que con las clásicas de primavera en ciclismo. Todo a una carta. Allí es dónde se ve el material del que están hechos los protagonistas.
Van Damme es algo más que el apellido de los músculos más ilustres de Bélgica. Es un concepto que evoca la memoria de un hombre, Ivo, que vivió dos vidas en una, que sufrió como todos los atletas y disfrutó de la gloria como sólo pueden hacer unos pocos. Los mejores. Esos que acuden puntuales a su cita con Bruselas. Desde algunos prismas del deporte español se mira con envidia. ¿Es posible organizar aquí un evento de esta magnitud? No lo sé. Pero sería maravilloso.
http://www.marca.com/2011/09/19/atletismo/1316439459.html