El príncipe de África


Poco podía imaginarse aquel niño que cargaba los libros bajo el brazo durante 10 km camino a la escuela desde su casa en Asella, en la región de Arsi (Etiopía), que treinta años después, camino de los 40, estaría recibiendo, tan sonriente como siempre y vestido con el traje de gala etíope, uno de los premios a la trayectoria deportiva más importantes del mundo: el Príncipe de Asturias. Haile Gebrselassie empezó a correr con los libros bajo el brazo y acabó siendo el rey de las carreras de fondo durante años, con la capacidad de imponerse con autoridad desde los 1.500 metros hasta la maratón. Lo que nunca cambió es su brazo izquierdo, inmóvil como si aún estuviera sujetando las lecciones de matemáticas.

Dos veces campeón olímpico de 10.000 metros, en Atlanta'96 y en Sidney'00; cuatro veces campeón del mundo al aire libre en la misma distancia y dos subcampeonatos en 5.000 y un bronce; cuatro veces campeón del mundo en pista cubierta, tres en 3.000 y una en 1.500 metros; plusmarquista mundial en maratón y veintisiete récords del mundo. Y sigue en activo, preparándose para estar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El palmarés es prácticamente infinito pero, tal vez, no es la razón principal del premio. Y eso dice mucho de un hombre implicado con su país, con su continente y con su gente, que le quiere con locura.

Desde su espectacular residencia en Adís Abeba, Gebrselassie gestiona una empresa de construcción con la que pretende, además de ganarse la vida tras el deporte, promocionar el atletismo entre los jóvenes y realizar proyectos de ayuda a las comunidades más pobres, construyendo escuelas y viviendas dignas en las zonas más necesitadas. Junto a los exatletas Belay Welasha y Joseph Kibur puso en marcha en 2009 la construcción de un centro de formación de atletas que debía completarse para que los deportistas etíopes pudieran preparar los Juegos Olímpicos de 2012, pero que no ha llegado a tiempo.

Ese compromiso es el que le ha convertido en una persona muy influyente en un país y un continente como el suyo, tan necesitado de referentes. Gebrselassie, de hecho, mantuvo durante años conversaciones fluidas con otro de los líderes africanos modernos, Nelson Mandela. Gebrselassie es un modelo a seguir para el continente y él acepta la responsabilidad. Dijo ayer el presidente de la Fundación Príncipe de Asturias que los premios son para “los que ayudan a hacer un mundo mejor”. Es, sin duda, un ganador justo.

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