Marisol Romero, Horacio Nava y J. Leyver, Ejercito forjador de medallistas



A lo largo de ocho años, su madre nunca la había visto competir en un estadio, porque gran parte de las pruebas de pista de su hija Marisol han sido en China, Inglaterra y el Caribe. “Los gastos y viáticos son altos y gravosos en general”, comenta la atleta Marisol Guadalupe Romero Rosales.

Pero esta vez, Marisol haría un esfuerzo adicional y, ahí en Guadalajara, durante los 16 Juegos Panamericanos 2011, las cosas serían distintas para la semifondista y su familia.

Se preparó para este momento durante más de cuatro años intensivos, sin dejar de entrenar un solo día, incluso sábados y domingos en El Desierto de los Leones o en el Ocotal. Todos los días, a las 6 de la mañana, el entrenamiento riguroso, puntual, religioso. Se define como una mujer muy creyente.

“Siempre quise competir”

Los éxitos ya se venían sumando: tercer lugar en el campeonato nacional de 2006; segundo, en el nacional de 2007 y en 2008, campeona nacional en 5 mil metros de pista, de calle y a campo traviesa; hasta lograr que los 5 mil metros y los 10 mil fueran su especialidad.

“Siempre quise competir en una justa de esta trascendencia y para ello me he preparado intensamente durante más de cinco años”, dice esta mujer de 28 años, 44 kilos de peso, seria, formal, rigurosa en su hablar y proceder.

Al encontrarnos estira su brazo derecho rector, firme, para anteponer su mano y saludo a cualquier acercamiento. Porta el uniforme militar. Lo lleva con orgullo y gallardía, y el único adorno que se permite es un reloj.

En las gradas del estadio, en Guadalajara, su madre seguía cada uno de sus pasos, no le quitaba la vista, permanece junto a dos de sus nietas. Cuatro mujeres expectantes. En la ciudad de México, sus hermanos observaban la justa por televisión. Con su padre, la relación es menos cercana, pero aún así ha festejado cada uno de sus logros con él.

Durante la competencia, el estadio la acompaña de pie. Banderas mexicanas. Pañuelos verdes. Lleva 24 vueltas y le falta una. Marisol avanza y toma la punta de la carrera a la altura del kilómetro quinto y a medida que avanza su ventaja aumenta. Llega a la meta en solitario. “Ahora, mis dos pequeñas sobrinas saben que se puede llegar a la meta si nos esforzamos por lograr nuestros objetivos. Nada mejor que ofrecerles un ejemplo real”.

Hoy, Marisol, cabo oficinista del Ejército, es campeona panamericana y la mejor atleta en América Latina en los 5 mil y 10 mil metros.

En las gradas también la observaba su novio con el que lleva siete años. “El equilibrio es fundamental y yo necesito y procuro esa parte afectiva”.

A dos minutos de Londres 2012

En cuanto a sus tiempos en la pista y como atleta, Marisol está a dos minutos de su marca para clasificar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

—¿Qué son dos minutos para ti?

—En dos minutos podría salvar una vida. Sé cómo hacerlo. En dos minutos, en caso de guerra o combate, daría mi vida por mi patria. Esa es mi misión, servir a los demás.

“En el Ejército todo gira alrededor del tiempo exacto e inclemente del reloj. La disciplina, el orden, el rigor, la puntualidad, son fundamentales. Dos minutos parecen nada, pero en 120 segundos se puede conseguir un pase a mi primera justa olímpica”, asegura.

Lucho por portar el verde

José Leyver Ojeda se colgó la medalla de plata en caminata de 50 kilómetros de los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011. El fondista quedó a 18 segundos de Horacio Nava, también militar mexicano que ganó medalla de oro.

“Yo quería que el oro y la plata quedaran en México, entre los militares y lo logramos”, comenta Leyver, cabo electricista de 25 años, casado y padre de una niña de tres años.

Gentil en su trato e inquieto, comenta que fueron sus primeros Juegos Panamericanos y la medalla de plata la dedicó a su esposa debido a las prolongadas ausencias de casa, ya que José entrena en La Paz, Bolivia, como tradicionalmente lo han hecho los mexicanos que se concentran en los campamentos a alturas de 5 mil metros.

“Sólo tengo palabras de agradecimiento hacia el Ejército por el apoyo que he recibido para el desarrollo de mi carrera deportiva. El logro es de esta honorable institución y de mi familia”.

Desde chico, José se propuso incorporarse al Ejército hasta que lo logró. Admite que buscaba el primer lugar en su primera participación en los Juegos Panamericanos, pero le falló la estrategia. Continuará su capacitación con miras a los Juegos Olímpicos 2012, para lo cual su entrenador le ha perdido un mayor esfuerzo para traer a México, esta vez, la medalla de oro.

Le enorgullece vestirse de verde como cabo y como deportista al portar en su uniforme los colores de la bandera de México. “Rindo honor a la marcha mexicana. Desde que comencé en 50 kilómetros he dado buenos resultados, soy joven y queda un largo camino por recorrer, paso a paso; la marcha mexicana necesitaba un impulso y nosotros se lo dimos”, concluye orgulloso.

Defenderá a México a patadas

Mientras tanto, con 21 años y a solo unos meses de haberse integrado al Ejército, Uriel Avigdor Adriano Ruiz es soldado de zapadores. Su trabajo en el Ejército como deportista ya da frutos: fue campeón panamericano juvenil en 2008 y subcampeón del Abierto de Estados Unidos en ese mismo año. Reconoce que el tae kwon do no es una disciplina fácil. Comenzó a practicar este deporte hace 13 años.

A este joven le gusta afirmar que México es la mejor nación y su propósito es salir a combatir para tener a su patria en el primer lugar y escuchar el himno nacional mexicano en cualquier lugar en donde combata.

“Siempre defenderé a mi patria a patadas, como se hace en el tae kwon do”, dice el jalisciense, que al ganar la medalla de bronce en los 16 Juegos Panamericanos 2011, también obtuvo su primera medalla en estas justas.

Le dicen Bazuca y lo derrotó Carlos Vázquez con sólo un punto de diferencia. De este modo, Uriel Avigdor fue uno de los 14 militares que formaron parte de la delegación mexicana que participó en los Juegos Panamericanos y que obtuvieron medalla. “Llevaré a México a lo más alto del podio en arte marcial, concluye mientras se retira, —alto y fuerte como es— caminando con dificultad, pues aún no se recupera de un golpe en una pierna.

Honor, justicia y moral

Horacio Nava Reza, de Chihuahua, marchista olímpico, continúa sumando éxitos. Su labor la realiza en el Estado Mayor Presidencial y se adjudicó la medalla de oro en marcha 50 kilómetros varonil al cronometrar 3 horas, 48 minutos 58 segundos.

El mejor andarín del continente, —como lo han descrito—, dice que se trata de una prueba extenuante. La prueba más larga del programa olímpico de atletismo. Pero Nava Reza, de 29 años, sigue en su afán de construir éxitos y futuras medallas de oro. “Hay quien opina que la marcha en México esta en ruinas, pero el 1-2, el oro y la plata, fueron obtenidos por nosotros, miembros del Ejército mexicano.

“En sus instalaciones adquirimos disciplina y rigor, y como tributo nos proponemos dejar el nombre del instituto armado y el de nuestro país en alto”. Explica que el servicio de las armas exige que el militar lleve el cumplimiento del deber hasta el sacrificio…

universal.com.mx

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