No pesan los años, son los kilos. Una marca de agua popularizó este eslogan en los 80. A veces la realidad es más ejemplarizante que la ficción. Miguel Ángel Prieto (Segovia, 1964), bronce en los 20 kilómetros marcha del Mundial de Stuttgart 86, colgó las zapatilas tras acabar décimo en los Juegos de Barcelona. Casi cuatro lustros más tarde ha retornado a la élite del atletismo.
En 2011 Prieto se volvió a enfundar la camiseta nacional —suma 23 internacionalidades— al competir en la Copa de Europa de su especialidad y ahora va a pelear por estar en Londres 2012. La experiencia es un grado y, en su caso, uno de los motivos por los que vive su segunda juventud.
Su renacer deportivo arrancó en 2010. Hasta esa fecha este marchador madrileño había desertado del atletismo. Se jubiló con 28 años. Tras la cita olímpica de Barcelona, la Federación de Atletismo retiró las ayudas económicas que aportaba a los atletas con buenos resultados en los Juegos. La hipoteca, la familia y el trabajo le llevaron a abandonar la práctica deportiva. Tras dos años alejado del deporte, probó con la escalada y el buceo, modalidades vetadas durante su etapa profesional al disfrutar de la beca ADO. Pero no fue hasta 2010 cuando el atletismo llamó a su puerta.
Rafael Pajarón, su antiguo entrenador y ex director técnico del mítico Club Larios, le pidió que supliera a un integrante de su equipo que, por una lesión, no podría participar en una prueba de la Liga de Clubes. “Eran sólo cinco kilómetros, pero a pesar de llevar 18 años sin marchar, bajé de los 23 minutos”. Fue el punto de partida de su retorno.
Prieto comenzó a correr en veteranos. Los triunfos y los récords cayeron uno tras otro — el último, el 11 de diciembre, cuando batió su propio registro continental en los 10 km—. “Cuando me vi campeón de España veterano de 5.000 metros con menos de 22 minutos, le di vueltas al coco. Me entrenaba menos que cuando era profesional, pero obtenía mejores marcas. Me planteé preparar los 50 kilómetros marcha”. Era su asignatura pendiente.
Su especialidad habían sido los 20 kilómetros. Los 50 eran sólo una camino para acumular distancia en las piernas, aunque lograra algún que otro subcampeonato nacional. Con un nueva dinámica de entrenamiento Prieto se reenganchó a la marcha. Se entrena a las siete de la mañana, antes de ponerse al frente de su clínica de fisioterapia. Al acabar la jornada, sobre las ocho de la tarde, se lanza de nuevo al asfalto. Acabó cuarto en el último Campeonato de España, lo que le reabrió las puertas de la selección. Acudió a la Copa de Europa en Portugal, donde fue el segundo mejor español.
Sus nuevos compañeros de aventuras no se explican cómo consigue estos resultados con tan poco entrenamiento. “Completé cuatro semanas haciendo 120 kilómetros en cada una de ellas. Cuando llegué a la Copa de Europa, muchos chavales se asombraban de que hubiera marchado tan poco, cuando ellos acumulan unos 170 a la semana”, comenta Prieto.
Sus coetáneos tampoco salen de su asombro: “En Portugal me encontré con uno de mis rivales de antaño, el italiano Perricelli. Me preguntó que quién era mi chaval, luego que si era el fisio de la selección. Cuando le dije que iba a competir, pensó que le vacilaba”. Un razonamiento lógico por el sentido del humor de Prieto. “Para coger sitio en la salida, siempre les digo que tengan compasión con los del Imserso”, comenta entre risas.
El recordman mundial de veteranos en los cinco kilómetros de marcha en ruta no renuncia al sueño olímpico. Su primer compromiso en 2012 es el Campeonato de España el 4 de marzo en Pontevedra. Sabe que si acaba entre los cinco primeros podrá estar en la Copa del Mundo (12 de mayo). Aunque en 2011 fueron varios los marchadores que se pasaron a los 50 kilómetros, Prieto se ve con opciones: “Somos unos nueve para cinco plazas de cara a la Copa del Mundo y tres para los Juegos. Si corro 170 kilómetros a la semana y me respetan las lesiones, puedo bajar de las 3 horas y 55 minutos y tener serias opciones para ir a Londres, pero aunque sólo tenga un 1% de posibilidades, no dejaré de luchar”. A su favor juega que mientras otras modalidades cuentan con numerosas citas para obtener la mínima, en la marcha todo se decide en una o dos pruebas.
El paso del tiempo le ha permitido corregir errores. Es una de las causas de sus actuales resultados. Prieto desvela su secreto: “Realizo un trabajo de fuerza muy específico. Antes sólo cubría kilómetros, pero es primordial fortalecer las piernas, al igual que la recuperación aplicada al entrenamiento”.
En todos estos años ha cambiado Prieto, pero también el atletismo y, sobre todo, la marcha tanto en reglamentación como en la forma de entrenar o en los medios técnicos. “Ahora nadie se plantea entrenarse sin un pulsómetro, pero en mis tiempos ibas a tu rollo, a completar kilómetros sin más”, señala el marchador de la Asociación Atlética Moratalaz. Estas mejoras se contraponen con el paso atrás dado en la marcha: “Hay menos pruebas, las distancias están más desestructuradas y las ayudas se han reducido mucho”.
Con el sueño olímpico al fondo, a Prieto lo único que le importa es saborear esta nueva etapa de su vida: “A esta edad ya no te planteas que vas a sacar del atletismo, sino lo que el atletismo te aporta. A mi me ha dado mucho”. Si el atletismo otorga felicidad a Prieto, él aporta a esta sociedad un ejemplo nítido de que en el deporte, como en la vida, la edad es lo de menos si se mantiene intacta la ilusión.
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