Este relato de Víctor Hernández trae a recuerdo la observación que hiciera hace no mucho tiempo, aquí mismo en el área de calentamiento de la trotapista Ghandi del Bosque de Chapultepec en el Distrito Federal, el multicampeón argelino Noureddine Morceli otro atleta mexicano quien había intentado sorprenderlo con el comentario de que la competitividad de los corredores del país en el mundo había decaído principalmente a causa de la falta de apoyo del Gobierno. Morceli, quien ese día había preferido el kilómetro de fresco circuito en el centro poniente de la ciudad a la pista de las instalaciones del Comité Olímpico Internacional, se habría llevado el dedo índice a la sien y soltado tajantemente: los kenianos son pobres, pero son campeones. El problema, habría insistido mientras con el dedo hacía como si pretendiera horadar la parte que apuntaba, está en la cabeza. Excorredor de alto rendimiento, a sus treinta y tres años Víctor de Jesús Hernández ya sólo corre por las mañanas o al mediodía de todos los días por sólo un objetivo: mantenerse sano.
Víctor de Jesús Hernández se toma un descanso tras correr durante una hora y media de este mediodía de martes, a unos metros de donde el entrenador Israel Marcial prodiga de masajes a otro corredor tumbado de bruces sobre una tabla. Su rutina ahora es correr entre noventa a cien kilómetros semanales, la mitad o menos de la mitad de lo que corre un atleta de alto rendimiento en activo. Sí, es un hombre que todos los días está aquí, por las mañanas o al mediodía, corriendo, ha testificado un obrero de limpieza acerca de él. Llegó a las once horas y concluyó la última vuelta a las doce y media. Por la mañana estuvo resolviendo algunos pendientes en su trabajo como coordinador de un programa de gestión social de parte de un partido político en su delegación. Cuando llegó ya no quedaba más que uno que otro atleta de alto rendimiento que, a esa hora de la mañana, corría sorteando a aquellas personas que por mera cuestión de salud o para perder unos kilos de más acuden también a trotar a la pista que con su arcilloso tono serpentea bajo viejos árboles de ahuehuete y cedro y es visitada por unas quinientas personas al día.
Víctor de Jesús Hernández se retiró hace seis años de los esfuerzos por mantenerse como atleta de alto rendimiento y desde entonces forma parte del 37 por ciento de los mexicanos que, según resultados de un estudio realizado por la consultoría Defoe, realizan ejercicios de distintas disciplinas para estar saludable, bajar de peso o verse bien físicamente. Estas dos últimas razones fueron las que lo llevaron a la pista de carreras, porque él primero estuvo empeñado en llegar a ser un máximo expositor del ballet, una ruta en la que se creía estar encaminado tras dos presentaciones en el centro cultural Casa del Lago en el Distrito Federal, bajo la dirección del maestro Felipe Méndez, y ganarse una beca en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Entonces tenía dieciocho años, y una mañana que se presentó a clases, con su playera, camisa y mallón blancos, el maestro Méndez se acercó a él y, tras una golpecito en la espalda, le hizo una sugerencia: “Necesitaba perder unos kilitos”
Era 1996, año en que Noureddine Morceli hacía con el oro en los juegos olímpicos de Atlanta y el mexicano Bernardo Segura ganaba bronce en marcha de 20 kilómetros, dos años después de que la gloria mexicana llamado Arturo Barrios, quien batió el record mundial de los diez mil metros en el estadio olímpico de Berlín en 1989, se hiciera ciudadano norteamericano y tres años después de que unas cifras indicaran que en México se empezaba a agravar el problema de la obesidad : uno de cada cinco adultos estaba por encima de su peso normal y sobrepeso. Víctor se deprimió. Sabía que era bueno bailando, pero también sabía que tenía unos kilos de más: pesaba setenta y dos y necesitaba perder tres. Al día siguiente de la sugerencia se presentó a una pista de carreras y empezó a trotar. Tres meses le duró la depresión, y tras otros tres meses tomó una decisión: se retiró del ballet y optó por ser atleta de alto rendimiento. Buscó un entrenador, fue con un nutriólogo y empezó a correr. Tras su retiro, ya no se le ve la imagen de cuerpo compacto que tienen los jóvenes que están junto a Israel Marcial, cada uno de tronco y pies y brazos rollizos. Vestido de camiseta y short azul, y el cabello ceñido en cola con una dona del mismo color, tiene más trazas de joven rockero que de un excorredor.
Fue otra sugerencia que lo sacó del camino del atletismo. Sumaba ya algunos premios en los circuitos locales, por ejemplo el primer lugar en los cinco mil metros en una carrera en La Marquesa, con un tiempo de 17 minutos, casi 4 minutos por encima del record que había impuesto Arturo Barrios años antes, un ídolo al que aspiran suplir los nuevos corredores de alto rendimiento, porque el sueño común, dice el entrenador y corredor Israel Marcial, es ser un corredor olímpico y, también, alcanzar la “marca olímpica que es de 2 horas con 15 minutos por 42 kilómetros 195 metros, la carrera de gran fondo”. Antes de sumarse a los 42 por ciento de mexicanos que, de acuerdo a las estadísticas de Defoe, corren por mero asunto de salud, un médico del deporte quiso aligerarle el esfuerzo a Víctor de Jesús Hernández cuando vio que éste no rendía al ciento por ciento de su capacidad: le recomendó tomara complementos vitamínicos porque la sola comida no le estaba procurando energía suficiente. Víctor, ya casado y con tres hijos, escuchó pacientemente y luego le vino a la mente el recuerdo de algunos atletas que no han corrido con buena suerte tras tomar complementos para forzar su capacidad de resistencia. Desechó la sugerencia y optó por retirarse. Dice que no quiso jugar con su vida, porque “el cuerpo es como un motor: si le metes más kilometrajes tienes que darle más mantenimiento, y si no lo cuidas, envejeces prematuramente”.
Antes que correr, hay que aprender a correr y formarse un hábito de vida, suelta Israel Marcial para adentrarme ya no tanto en el ámbito del atletismo de alto rendimiento –curiosamente México obtuvo el último oro de los Juegos Olímpicos en Los Ángeles en 1984, poco antes de que entre su población despegaran a la alza las cifras de la obesidad, un obeso por cada cinco adultos en 1993, uno por cada tres en 2006 y dos de cada tres en 2011 — sino en lo que implica el decidir por el trote por cuestión de salud, y su comentario me recuerda a una persona que en breve plática como gesto de saludo hace unos momentos me dijo que este día ha venido al circuito porque, ahora que el país ocupa el segundo lugar en obesidad en el mundo, tiene el firme propósito de empezar a hacer ejercicio todas las mañanas a partir del próximo 2012 en este parque. El 46 por ciento de las personas que practica algún tipo de ejercicio en México, según estudios de Defoe, prefiere los parques. Esto refleja el hecho de que además de los parques con pistas de carrera, como este, El Sope, Tlalpan, Bosques de Aragón, los corredores aficionados hayan improvisado pistas en algunas calles o camellones u otros parques del Distrito Federal, como en los parque México y España.
El Sope, aquí mismo en el Bosque de Chapultepec, es una de las pistas donde empezó a correr Víctor de Jesús Hernández, quien regularmente, como lo hace la mitad de los mexicanos que sale a trotar, sale a hacer ejercicio solo. Quizá en todo México, intenta Israel Marcial hacer cálculos con uno de los 15 corredores que están bajo su cuidado como entrenador, salgan a correr por las mañanas o cada dos o tres mañanas un promedio de 500 mil personas, y en el DF unos 15 o 20 mil, porque cada domingo, en la última década, hay una o dos carreras en esta ciudad capital, en las que llegan a participar hasta 15 mil corredores provenientes de distintos estados y países. A diferencia de aquellos que salen a correr por estar saludable, bajar de peso o verse bien, 59, 19 y 14 por ciento respectivamente, según datos de Defoe, el sueño del atleta de alto rendimiento es la carrera olímpica, insiste Marcial, pero primero hay que aprender a correr y el entrenador tiene el compromiso de ser claro con el atleta: conocer los objetivos y las cualidades físicas de éste y decirle sobre lo que hay que trabajar primero. Esto es algo que también deberá tomar en cuenta aquél que quiere empezar a correr por mera cuestión de salud.
Víctor de Jesús Hernández dice que corre por salud y que su retiro tanto del ballet como del atletismo de alto rendimiento fue también para preservar la salud, y se dispone a explicar: cuando el ballet, frecuentaba antros y discotecas y estaba la exposición al alcohol y al cigarro; cuando las carreras, estaba la sugerencia de tomar complementos y estaba el riesgo a jugar con el cuerpo. “Lo mío es el deporte”, resume. Cuenta que de niño le gustaba boxear y tocar el jazz. Tiene el tabique levemente desviado, pero no fue una fractura en el ring del boxeo sino resultado de un garrotazo que de niño le propinó su hermana. Lleva una cicatriz a mitad de frente pero tampoco es resultado de un golpe durante el frenesí de alguna posible tocada de jaz sino la marca de un frentazo en el suelo tras un tropezón. Antes de llegar a flirtear con ese sueño olímpico, como lo llama Israel Marcial, o con la posibilidad de participar en famosos maratones como el de Boston, Chicago, nueva York, Fukuoka o BMW Berlin Marathon, de niño este hombre que nació en el Distrito Federal, hijo de una familia de diez integrantes, quería hacer tantas cosas pero por cuestiones económicas no pudieron respaldarlo lo suficiente sus padres. De grande, tras largas reflexiones, tras revisar lo que Noureddi Morceli dijo está en la cabeza, definió que lo suyo no era volar sobre las pistas olímpicas sino dedicarse llanamente a ese algo que es como su adicción para mantenerse saludable, correr todas las mañanas, y qué mejor que hacerlo sobre una pista que está a unas cuadras de casa y familia, a donde ya se encamina.
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