Tras los saltos de Bubka


En la ciudad ucraniana de Donetsk, una estatua recuerda al mundo que un hombre fue capaz de ascender hasta su cielo. Aquellos seis metros y 15 centímetros elevaron a Sergei Bubka a la categoría de mito. A poca distancia del templo del atletismo de su país, Igor Bychkov (Donetsk, 1987), por aquel entonces un niño de cinco años, ignoraba que aquella gesta representaría el más dulce de todos sus sueños.

En el Europeo de Barcelona en 2010 sus vidas se cruzaron, pero Bychkov no estaba preparado todavía: "¡Era Bubka! No me atreví a saludarle". Tres nulos cerraron un campeonato "decepcionante" para un joven pertiguista que había obtenido la nacionalidad española tres años atrás. "¡Salía de un neumotórax y no me encontraba bien mentalmente!", alega.

El primero de la historia
Barcelona es, desde que llegó con 11 años, la ciudad de su vida. Allí creció como lanzador tras renunciar a su pasión, el fútbol: "Era portero, pero mi padre español me llevó al atletismo, porque había más oportunidades para triunfar". La misma persona que le había metido el gusanillo por el balón al acompañarle al Camp Nou en su segundo día en la ciudad, se lo arrebató. Y España ganó un pertiguista. Bychkov se ha impuesto en tres campeonatos nacionales, dos en pista cubierta y uno al aire libre. Además, el pasado verano en Daegu se convirtió en el primer español de la historia en alcanzar la final de pértiga en un Mundial.

Su mejor marca personal es de 5,60 metros, pero cree que puede llevarla hasta 5,90. "Y una vez ahí, ¡habrá que intentar los seis metros!", afirma entre risas. Bychkov tiene claro que su objetivo es "un podio olímpico", aunque Londres llega demasiado pronto: "Me conformo con un diploma". Para ello tendrá que mejorar su "velocidad y explosividad", su técnica es sobresaliente.

Lejos queda su primera competición oficial: "Llegué tarde porque mi abuela me estaba cosiendo un pantalón y no me dejaron saltar, no paraba de llorar". En la segunda sólo fue capaz de lograr 2,20 metros. Sería la última vez que se iría frustrado. A partir de ahí, el triunfo nunca volvió a abandonarle.

Y 10 años más tarde... ¡Español!
Igor Bychkov tuvo un flechazo en sus primeras vacaciones en Barcelona: "Mamá, yo me quedó aquí. No vuelvo". Una década después, aquel chico de 21 años tenía unos papeles con los que había soñado desde su llegada. "El matrimonio de mi madre con mi padre español me dio la nacionalidad", explica. Antes, no había podido subir al podio en sus múltiples éxitos en categorías inferiores por ser ciudadano ucraniano. A partir de 2007 su amor por España se vio recompensado.

La última vez que volvió a Ucrania fue el año pasado. Su abuelo y, sobre todo, la estrecha relación que le une a su padrino son alicientes más que suficientes para visitar sus raíces. Además, el Shakhtar jugaba contra el Barcelona en Liga de Campeones. "Yo animaba al Barça, ¡soy culé!", indica. Lo que más le chocó fue los ultras del equipo local: "Iban sin camiseta con la barriga al aire con una temperatura bajo cero".

Hace cinco años se trasladó a Madrid para entrenar con Javier Navas, tras un tiempo en Mataró. Bychkov recita de memoria las gestas de Montxu, Arcos y García Chico. No en vano, en su corcho de la residencia Joaquín Blume están las leyendas de la pértiga internacional y nacional. "Aunque en esa pared es verdad que también tengo alguna modelo", aclara con una sinceridad tan cristalina como su mirada. En el Centro de Alto Rendimiento de Madrid ha aprendido muchas cosas. Sin embargo, la primera lección la tenía grabada a fuego en su ADN: "El modelo a seguir es Bubka, la técnica perfecta de la pértiga".

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