La rivalidad histórica entre los vecinos de las altas planicies africanas en las carreras de resistencia vivirá otro episodio en Londres entre Kenia, dispuesta a reconquistar el oro en los 10.000 metros, y Etiopía, autoinvitada al coto del medio fondo, reservado hasta hace poco a los kenianos.
Este enésimo enfrentamiento entre ambos países amenaza con no dejar nada al resto en esas pruebas del fondo y del medio fondo del atletismo y refleja concepciones del deporte y niveles de estructura muy diferentes.
Mucho menos poblada que Etiopía (39 millones de habitantes contra alrededor de 92), Kenia dispone sin embargo de una base de atletas sin parangón, con una reserva de 30.000 corredores, por solo 4.000 en Etiopía.
Esta ex colonia británica se ha abierto al mundo, especialmente con la implantación de un centro de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) en Nairobi. Los profesores han sido sensibilizados a las prácticas del entrenamiento, fundamental para reparar en sus clases las pepitas de oro que serán las futuras joyas de las pistas.
En cambio, dos décadas de régimen comunista han provocado la desconfianza de Etiopía, cuyos entrenadores, formados en la escuela de la antigua Alemania Oriental, son sospechosos de implantar "métodos nacionalizados de dopaje".
Fikru Takele, director de la Federación de Atletismo de Etiopía, explica que el éxito de su país se debe "a condiciones climáticas particulares, la especificidad de nuestra alimentación y a la disciplina de nuestros atletas".
Takele insiste también en el espíritu de equipo y en el hecho de que "los entrenadores se ocupan personalmente de cada atleta, cuando son entrenadores extranjeros los que dictan los planes de entrenamiento de los kenianos".
Frente a los pequeños grupos de etíopes, Kenya opone campos de entrenamiento que pueden albergar cada uno hasta un millar de atletas. Escaldada por los repetidos fracasos de sus maratonianos en los Juegos Olímpicos, la Federación de Atletismo de Kenia (AK) limitó las prerrogativas de los mánagers y agentes antes de Pekín y presentó en la capital china en 2008 a su mejor delegación.
El ensayo resultó un éxito tras la victoria del joven Samuel Wanjiru, fallecido accidentalmente en 2011. En el pasado reciente, los kenianos sucumbieron regularmente al demoledor sprint de sus rivales y vecinos Tirunesh Dibaba y Kenenisa Bekele, con cinco títulos olímpicos entre ambos en los 5.000 y los 10.000 metros.
"Hemos concentrado nuestros esfuerzos en ese punto (el sprint), que los etíopes tomaron en cuenta mucho antes que nosotros", reconoce el entrenador jefe keniano Julius Kirwa. "Esta vez (en Londres), esperamos volver a ganar los 10.000 metros masculinos, algo que no ocurre desde hace 44 años", en concreto, desde México-1968 con Naftali Temu, recordó el presidente de la AK Isaiah Kiplagat.
"Nuestras chicas han demostrado impresionantes progresos en este sector. Vivian Cheruiyot logró el doblete 5000 m/10.000 m en los mundiales de Daegu.
Y esperamos algo así de bueno en los Juegos", agregó. Prueba también de un tutelaje más estricto, Kenia planea establecer en julio un campo preolímpico en Bristol, en el oeste de Inglaterra, aunque este proyecto no es definitivo, ya que los atletas prefieren prepararse en altitud, tal como están acostumbrados.
A esta 'ofensiva' keniana para volver a tomar el control del medio fondo, los etíopes han reaccionado modificando su ADN.
La nación que ha escrito la historia del fondo, de Abebe Bikila, el maratoniano descalzo que triunfó en los Juegos de Roma bajo el Arco de Constantino, de Hailé Gebreselassié, ofrece ahora al mundo una nueva generación de corredores excelsos de 800 metros.
Se llaman Mohammed Aman, de 18 años y el único capaz de inquietar al 'rey' David Rudisha, gloria de Kenia, y, entre las chicas, Fatima Magiso, de 20 años. Signo de que están cambiando las cosas en Etiopía, Magiso se desenvuelve con soltura ante la prensa y le gusta la música disco.
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