Pero aquel maratón trascendió la historia deportiva y tiene también un hueco en los libros de literatura británica gracias a la condición de cronista de sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes.
Con motivo de los Juegos de 1908, el fundador del 'Daily Mail', el magnate irlandés Alfred Harmsworth (lord Northcliffe), encargó a Conan Doyle que escribiera para su diario la crónica del maratón. El escritor cuenta en sus memorias que, aunque no solía aceptar trabajos periodísticos, en este caso le tentó la posibilidad de tener un buen asiento en el White City Stadium.
Conan Doyle (1859-1930) era desde joven un gran aficionado al deporte. Practicó el crícket, el futbol, el billar, los bolos, el boxeo y el esquí, entre otras disciplinas. Fundó, presidió, arbitró o jugó en distintos clubes deportivos. La posibilidad de asistir en directo a las pruebas de atletismo era muy atractiva.
En la crónica publicada el 25 de julio de 1908 en el 'Daily Mail' dio cuenta de la agonía del italiano Dorando Pietri al llegar, primero pero exhausto, al estadio de Londres. Habla, impresionado, de su rostro "amarillo y demacrado" y de sus ojos "vidriosos e inexpresivos". El escritor asiste a una lucha "terrible, pero fascinante".
En uno de los episodios mas célebres de la historia del maratón olímpico, Pietri tuvo que ser atendido por los médicos para llegar a la línea de meta. Se cayó cuatro veces y solo gracias a las asistencias pudo completar la prueba.
Posteriormente, los jueces atendieron una reclamación del equipo estadounidense y consideraron que la ayuda recibida por el italiano merecía su descalificación. La victoria fue adjudicada a John Haynes, que había llegado medio minuto después.
Durante mucho tiempo circuló entre los historiadores la falsa idea de que el propio Conan Doyle, que había estudiado medicina, estaba entre los que atendieron a Dorando Pietri sobre la pista. Pero su crónica lo desmiente: "Estaba a unas pocas yardas de mi asiento", dice al describir cómo pudo "atisbar" desde la grada el desfallecimiento del corredor italiano.
Indignado por la descalificación, el escritor abrió una colecta para recaudar dinero para Pietri y él mismo aportó cinco libras. Se recogieron 300. Según se anunció en el 'Daily Mail', se destinarían a abrir una panadería para que el italiano se ganara la vida en su país. En realidad, nunca llegaría a dedicarse a esa labor porque se convirtió en profesional del atletismo y participó en distintas carreras remuneradas en Estados Unidos.
Un estudio de la Sociedad Internacional de Historiadores Olímpicos afirma que "aquella cálida tarde en el White City Stadium fue una experiencia fundamental para Conan Doyle. Le convenció del significado internacional del movimiento olímpico".
El Comité Olímpico Británico le considera "uno de los padres" del olimpismo en su país.
Enfadado por los pobres resultados de Gran Bretaña en las pruebas de atletismo de Estocolmo 2012, Conan Doyle aportó soluciones revolucionarias que cambiaron para siempre los métodos de entrenamiento. Las concentraciones previas a las grandes competiciones, el asesoramiento médico a los deportistas y la conveniencia de construir buenas instalaciones fueron ideas que salieron de la misma cabeza que Sherlock Holmes y el doctor Watson.
La otra historia relacionada con el maratón de 1908 es bien conocida. Hasta entonces los maratones se habían corrido por trazados de más o menos 40 kilómetros, sin distancia fija. Pero la princesa Mary, nieta del rey Eduardo VII, quiso que la carrera empezase bajo la ventana de su habitación en el castillo de Windsor, para tener una buena vista.
A su vez, la línea de meta se situó enfrente del palco real del White City Stadium, en atención a la reina Alexandra, que asistía en directo a la competición. La separación exacta entre los dos puntos era de 42.195 metros. Años después, en 1924, esa longitud sin ningún significado lógico fue adoptada como la distancia oficial del maratón.
El maratón masculino, última prueba del atletismo en los Juegos Olímpicos de Londres, rendirá homenaje póstumo a su campeón, Sammy Wanjiru, que murió el año pasado en confusas circunstancias a los 24 años.
Wanjiru era el único keniano que había conquistado la medalla de oro olímpica en una prueba que la gran potencia africana del atletismo domina, cada vez con más intensidad, en los últimos años.
