Beamon, 44 años después del gran salto



El protagonista de uno de los records más mágicos de la historia del deporte es uno más del centenar de leyendas del atletismo que pasan en Barcelona las 48 horas con las que la IAAF celebra el centenario de su creación. Bob Beamon conserva, a sus 66 años, una planta impresionante, 190 cetímetros tocados por una gorra roja que corona un rostro razonablemente joven para su edad.

De su salto a la fama, del día que cambió su vida y le convirtió en leyenda, han pasado 44 años. Un brinco a 8,90 metros le dio el oro en el salto de longitud en los Juegos de México 1968. Poco más hizo de ahí en adelante, pero con ese vuelo de apenas dos segundos bastó.

Fue considerado el récord más avanzado a su tiempo hasta que en 1991, 23 años después, Mike Powell lo batió en el Mundial de Tokio (8,95), y desde entonces tampoco nadie se ha acercado al récord sucesor de Beamon, quien desborda simpatía y sorna hablando del atletismo de ayer y de hoy.

“Es excitante estar en Barcelona, celebrar estos 100 años y conocer a los atletas de hoy, a los que me hicieron vibrar en los Juegos de Londres”, dice Bob, residente en Florida y director de una fundación, Art Olympic, que relaciona los mundos de la cultura y el deporte, tiene museo propio y desarrolla becas para jóvenes deportistas con apuros económicos.

Beamon no puede evitar que todo el mundo le pregunte por lo mismo: ‘el salto’, los 8,90 metros con los que batió un récord del mundo por 55 centímetros, más de medio metro. Una locura que pilló desprevenidos incluso a los medidores del foso, ya que la cinta métrica apenas alcanzaba a medirlo. “Fue una maravillosa mañana.

Tenía un ‘feeling’ muy bueno. Me dije: voy a ser campeón olímpico. Me sentía bien, aunque en la calificación para la final había tenido bastantes apuros. ‘Será mi día’, me dije. Pero pensaba tomarme el primer salto con tranquilidad, sólo para no hacer nulo y asegurarme entrar en la mejora… y salté 8,90 metros”.

Beamon entró en una especie de locura transitoria, deambulando por el pasillo de longitud con las manos en alto. “No sabía cuánto medía el salto. Y mientras esperaba, mi compañero Ralph Boston me gritó: 8,90. Récord del mundo”. Siempre se ha dicho que la altitud de Ciudad de México ayudó a lograr una marca tan estratosférica.

De hecho, esos Juegos ya vieron récords del mundo en el sprint, uno detrás de otro. Beamon cree que no fue tan decisivo. “Yo pienso que no. Volví más tarde a la ciudad e incluso viví en ella durante un año, y me costaba entrenar y saltar, así que no es tan beneficioso. Pero si estoy equivocado y sí incluyó, bienvenido sea!”. En esos Juegos conoció a Jesse Owens, el referente secular del atletismo americano. “Era el gigante amable.

En México estaba entre los entrenadores del equipo americano y vino a verme después de mi récord. Hablamos un buen rato y me dio consejos, me avanzó lo que pasaría conmigo de ahí en adelante, una situación por la que él ya había pasado. Nunca se me olvidaron sus consejos. Era un hombre de un tgalento y una bondad extraordinarios”.

Ahora, el mundo del atletismo anda especulando con la posibilidad de que Usain Bolt transporte al salto de longitud su enorme velocidad, como en su día hicieron Owens y Lewis. Beamon cree que el jamaicano, si finalmente lo intenta, sólo triunfará si es muy ambicioso y se entrega totalmente a una nuena prueba. “La clave es ser guapo. ¿Lo es Bolt? No, en serio. Todo se reduce a la capacidad de querer, ser agresivo, loco.

Yo siempre visualicé estar en el podio y conseguir una medalla de oro. Si Bolt lo intenta, tiene que dedicarse en serio a ello. Y si siente que pùede, debe probarlo”. La estrella deportiva de Beamon no se mantuvo con la misma intensidad después de 1968, quizás pagando el precio de que por entonces el atletismo no disponía de un Mundial para volver a dar cancha a los atletas cada dos años. Su momento pasó, incluso años después la falta de resultados le dejó sin beca para poder prepararse al mismo nivel, pero la vida siguió sonriéndole, asegura Bob, en lo personal.

“Ese 8,90 fue mi cumbre deportiva, pero no diría que fue la cumbre de mi vida. Me quedo con el nacimiento de mi hija o con mi vida junto a mi esposa. No puedo quejarme”. 23 años después de la locura de México, Bob Beamon perdió el récord del mundo. Mike Powell y un pique estratosférico con Carl Lewis en la final del Mundial de Tokio 91 tuvieron la culpa.

A Beamon, por la diferencia horaria con Tokio, le despertaron por teléfono paradarle la noticia. “¿Qué puedo decir de Mike Powell? Ese chico es… le hubiera estrangulado ese día (carcajadas). Es una persona maravillosa que tenía una gran determinación. Soñaba con ello y al final lo consiguió. Quería ser el número uno y la competencia con Carl Lewis le llevó a superarse tanto”.

Fuente:  Leer más: http://www.mundodeportivo.com/20121123/atletismo/bob-beamon-gala-centenario-iaaf_54355772862.html

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