Fue una locomotora que pudo estar apagada por siempre. A los 18 años, Emil Zatopek era un aprendiz en una fábrica de calzado que fue obligado a correr en una carrera de mil 500 metros planos. A regañadientes participó y quedó en segundo lugar. Aquel día su vida y la del atletismo en todo el mundo cambió para siempre.
Zatopek nació en Koprivnice, en la antigua Checoslovaquia, el 19 de septiembre de 1922. Fue el más grande corredor de fondo en la era de la postguerra, con un amplio dominio en las distancias de los 5 mil y 10 mil metros planos, además del maratón.
Aquella derrota en su debut atlético le picó el orgullo lo suficiente para entrenarse desde entonces, en medio de la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Curiosamente, ese mismo día conoció a quien sería su esposa, Dana Zatopkova, quien lo acompañó también en su carrera deportiva.
La trayectoria de Zatopek en el escenario olímpico fue contundente, adelantada a su época. En su debut, en los 5 mil metros planos de Londres 1948 se quedó con la medalla de plata al cruzar la meta después del belga Gaston Reiff por apenas dos centésimas, pero en los 10 mil metros aplastó a sus rivales y le sacó 48 segundos a su más cercano perseguidor, el francés Alain Mimoun.
Con un oro olímpico en el cuello, además de los títulos europeos de 1950 en esas mismas distancias, la “locomotora humana”, como fue conocido, tuvo su momento de mayor gloria en Helsinki 1952. Zatopek logró lo que nadie más ha hecho: ganó el oro en los 5 mil y 10 mil metros planos, además del maratón, una prueba que nunca había corrido antes.
Por si eso fuera poco, una hora después de su victoria en los 5 mil metros en la capital finlandesa, su esposa Dana se colgó el oro en el lanzamiento de jabalina. Curiosamente, la pareja campeona olímpica había nacido también el mismo día.
Pese a ser operado de una hernia meses antes, Zatopek compitió en el maratón de Melbourne 1956, pero le alcanzó para llegar en sexto lugar. El checoslovaco compitió en seis pruebas olímpicas, ganó cuatro y solo fue derrotado en la primera y en la última.
Considerado un héroe en su tierra natal, obtuvo el grado de coronel en el ejército checo, pero su apoyo a la resistencia durante la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968 le provocó ser degradado al grado que tuvo que ser barrendero para subsistir. En 1975 el régimen le devolvió parte de su reconocimiento y pudo llevar una vida digna hasta su muerte en 2000, debido a un derrame cerebral.