Por estos días estamos acostumbrados al dominio de los corredores africanos en distancias de fondo, desde los 1500 hasta el maratón. La tradición ganadora del continente africano comenzó hace poco más de 50 años gracias a un corredor que rompió con todo lo establecido.
Abebe Bikila nació en Mout, Etiopía, el 17 de agosto de 1932. Proveniente de un país sacudido por la hambruna y las guerras, Bikila empezó a correr a los 17 años después de probar varios deportes, pero el entrenador sueco Onni Niskanen fue quien finalmente le puso los pies sobre la tierra: su destino estaba en devorar kilómetros.
Niskanen y Bikila se conocieron cuando el etíope corrió su primer maratón pasados los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956. Para el joven de entonces 24 años fue inspirador ver a la modesta delegación de su país desfilar en la inauguración de aquella justa.
Con menos de cuatro años de preparación, la inclusión de Abebe Bikila en el equipo etíope para Roma 1960 fue fortuita, ya que Wami Biratu se lesionó en un partido de fútbol y tuvo que ceder su lugar. Los inconvenientes acompañaron también a Bikila antes de la prueba, ya que en los días previos le salió una ampolla en un pie, por lo que decidió correr descalzo.
El 11 de septiembre de 1960 en la línea de salida y en los primeros kilómetros, los pies descalzos de Abebe Bikila parecían una anécdota curiosa que contar, sin embargo, a partir del 10 se emparejó con el grupo puntero. Para el 20, el etíope junto al marroquí Abdessalem Rhadi se despegó del resto en un mano a mano camino a la meta. Nadie los alcanzaría.
Cerca de la meta, en el obelisco de Axum, un monumento expropiado por el dicator facista Benito Mussolini al pueblo etíope en 1937 durante un conflicto bélico entre ambos países, Abebe Bikila lanzó su última ofensiva y dejó atrás a Rhadi, para cruzar finalmente la meta en el Arco a Constantino, con un tiempo de 2h15m16s, que significó un nuevo récord mundial.
Bikila devolvió en parte el orgullo perdido de su país dos décadas antes en una pista de carreras. Y además, lo hizo descalzo. Fue la primera medalla de oro para un deportista africano en la historia del olimpismo.
Cuatro años más tarde, Abebe Bikila se convirtió en el primer hombre que repitió el triunfo en el maratón olímpico con el oro en Tokio 1964, aunque esta vez sí corrió con zapatillas, unas Puma blancas, y pese a que seis semanas antes fue operado por una apendicitis. Además, estableció otro récord con 2h12m11s.
En México 1968 asistió a sus terceros Juegos Olímpicos, aunque la historia fue muy diferente: abandonó la prueba en el kilómetro 17, presa de la altitud de más de 2200 metros sobre el nivel del mar y de molestias en una pierna. Ahí mismo, la medalla de oro quedó en manos de su compatriota Mamo Wolde.
Los años siguientes fueron de tragedia para el fondista. En 1969 sufrió un accidente vehicular que lo dejó parapléjico en Addis Abeba, la capital de su país. Confinado a la silla de ruedas, Bikila se mantuvo en el deporte con participaciones en torneos de tiro con arco en Inglaterra y Noruega, además de ser recibido con una ensordecedora ovación en el Estadio Olímpico de Munich durante los Juegos de 1972.
Abebe Bikila falleció un año más tarde, el 20 de octubre de 1973, debido a un derrame cerebral que quedó como secuela del accidente de 1969. Pero la semilla de la supremacía africana en el atletismo quedó sembrada y aún en nuestros días se ven sus frutos.
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