En 40 años, el misionero irlandés Colm O'Connell ha formado a una buena parte de los grandes campeones kenianos, lo que le acredita como un testigo privilegiado de la evolución del atletismo en este país africano, incluidos los problemas con el dopaje.
Cada mañana, el hermano Colm, continúa a sus 67 años acudiendo al colegio Saint Patrick, ubicado junto a su casa en Iten, en las estribaciones del valle del Rift, a 2.400 metros de altitud, para entrenar a sus atletas, entre ellos el campeón olímpico de 800 metros, David Rudisha.
Este misionero irlandés nacido en el condado de Cork mantiene su forma 'tradicional' de entrenar, insólita en una época en la que la tecnología ha invadido el deporte moderno, y que le ha permitido forjar una treintena de campeones olímpicos y mundiales, como Peter Rono, Wilson Kipketer, Linet Masai y Janet Jepkosgei.
Miembro de la hermandad de San Patricio, Colm O'Connell llegó a Iten en junio de 1976 para enseñar geografía. Sin conocer nada del atletismo, comenzó a entrenar al equipo de la escuela local. Entre 1986 y 1993 fue director del Saint Patrick's High School y solo tres años después empezó a entrenar a atletas profesionales.
"Cuando llegué, el atletismo keniano estaba en una mala época", explica a la AFP. Kenia se dio a conocer en la escena internacional en los Juegos de México-1968, especialmente con Kip Keino, campeón olímpico de 1.500 metros y cuatro años después, en Múnich-1972, de los 3.000 metros obstáculos.
Pero luego el país africano boicoteó los Juegos de Montreal-1976 y de Moscú-1980 y en este periodo, los mejores atletas, como Mike Boit y Henry Rono, se marcharon a entrenar a universidades estadounidenses.
"El país estaba un poco desenganchado del atletismo", recuerda O'Connell.
En Los Angeles-1984, Kenia regresó a unos Juegos con una medalla de oro, ganada por Julius Korir en los 3.000 metros obstáculos.
Cuatro años más tarde, Peter Rono ofrece a O'Connell su primer título en Seúl, en los 1.500 metros. En 1989, el misionero irlandés crea el primer campo de entrenamientos de Kenia. Desde entonces, decenas se han diseñado en los altiplanos del oeste keniano.
- Pérdida de credibilidad -
"El hecho de que el atletismo se convirtiese en profesional a finales de los años 80 fue un cambio muy importante", explica. "Antes de eso, Kenia se apoyaba esencialmente en algunas instituciones para desarrollar sobre todo el talento de los atletas más veteranos: el sistema universitario norteamericano, las fuerzas armadas, la policía y el sistema penitenciario".
"La gente comenzó a entender que se podía vivir de ello", añade el religioso, que en aquella época se puso a reclutar a jóvenes atletas procedentes de todo el valle del Rift. O'Connell también ayudó al desarrollo del atletismo femenino en Kenia, a través de la escuela para chicas de Sing'ore, en Iten.
"Cuando llegué, el atletismo femenino estaba confinado a las escuelas. Y sólo había unos pocos colegios que se interesaban. Llevó tiempo, porque había unos tabúes asociados al atletismo", recuerda.
"Se esperaba que las chicas se casaran tras dejar el colegio. El atletismo no era considerado un trabajo, y menos para las chicas. Hizo falta tiempo para que fuesen aceptadas como atletas y que se considerase que pudiesen convertirse en profesionales. Pero se acabó entendiendo que las chicas puedan ganar más dinero siendo atletas que las mujeres casadas".
En los años 1990 y 2000, el dinero invadía cada vez más el atletismo, lo que motivó un flujo de nuevos atletas. Fue entonces, con el aumento del número de deportistas, cuando irrumpió el dopaje. y desde 2012, una treintena de atletas kenianos, sobre todo de segunda fila a excepción de la estrella del maratón Rita Jeptoo, han sido suspendidos por dopaje.
"Esto ha manchado nuestros resultados. Hemos perdido nuestra credibilidad", estima O'Connell. "Hará falta tiempo para hacer desaparecer esta sombra y reconstruir nuestra reputación. Ocultamos el problema durante mucho tiempo, hasta que nos explotó en la cara", admite.
AFP