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Atleta olímpico español, especialista en 1500 metros
Marruecos, uno de los países más prolíficos en cuanto a aportación de talentos de primer nivel al atletismo mundial en pruebas de mediofondo y fondo, lleva tiempo haciendo considerables méritos para encabezar otro tipo de rankings, ya no sólo por las grandes actuaciones de sus representantes, sino por sus métodos. La lista de atletas de origen marroquí sancionados por dopaje no hace más que crecer y crecer, y cada boletín informativo de la IAAF que revela los atletas suspendidos recientemente, incluye nuevos -o no siempre nuevos- nombres de fondistas, principalmente, procedentes de nuestro país vecino, aunque no siempre compitan bajo su bandera.
En una nación con tanta tradición atlética, parece lógico pensar que debido a la gran cantidad de corredores que componen la base de la pirámide de su atletismo y que posteriormente llegan a la élite, sea también mayor el número de ellos que recurre a las trampas, pero los datos demuestran aun así una inmensa desproporción que hace estar al país magrebí en el punto de mira.
Asimismo, estas cuotas de fraude también se trasladan a las numerosas exportaciones con que Marruecos nutre a los sectores de media y larga distancia de otros países, en ocasiones fruto de la globalización y la alta tendencia migratoria de su población por motivos socioeconómicos (casos de nacionalizados por Francia, Italia o incluso España), y en otras de los “fichajes” que algunos gobiernos, principalmente del golfo pérsico, realizan en África de manera estratégica (Bahréin o Qatar).
Ejemplos célebres en este último caso de atletas que han salido “rana” a sus nuevas federaciones han sido el bahreiní Rashid Ramzi (desposeído de su título olímpico de 1.500m en Pekín), o los qatarís Hamza Driouch (campeón mundial júnior de 1.500m en Barcelona 2012, que conserva su título) y, más recientemente, Mohamad Al-Garni (multicampeón de Asia en los últimos años). Éxito total el de los ojeadores árabes, con un 100% de sancionados entre sus incorporaciones magrebíes.
Pero no hay que irse tan lejos para oler a podrido, ya que existe un buen número de casos más cercanos, con algunos de sus protagonistas formados ya deportivamente en sus países de acogida, como son los franceses Fouad Chouki (descalificado por su dopaje de la final mundial de 1.500m de París 2003) o Hind Dehiba (bronce mundial bajo techo en 1.500m en Estambul 2012 y subcampeona europea en Barcelona 2010); el italiano Jamel Chatbi, que destaca en la última circular de sancionados de la IAAF, y que fue sancionado primero como marroquí en 2009 y ahora como azurro; los hermanos belgas Hassan y Mohammed Mourhit -este último aún conserva los récords europeos de 3.000 (7:26.62) y 5.000 metros (12:49.61)-; o el español (parece que sólo cuando le interesa) Mohamed Marhoum, desposeído de su título de campeón de España de cross en 2015, sin querer entrar a valorar otros casos que estén en vías de resolución.
A continuación enumero con detalle la vergonzosa e inabarcable nómina de atletas de origen marroquí -sólo los considerados de élite- que han sido sancionados en firme por las autoridades deportivas, lo cual conduce casi inevitablemente a una escalofriante intuición acerca de las dimensiones reales del dopaje en este país, debido a la consabida debilidad de los métodos antidopaje respecto a los infractores, que en muchas ocasiones no llegan a ser desenmascarados.
Esta es la abrumadora realidad, fuera de interpretaciones y de ambigüedades, de gran parte del éxito del reciente, al menos, atletismo en Marruecos. Los datos no mienten. Los que mienten son otros.