En cualquier carrera, sobre todo en maratón, el objetivo de las 'liebres' suele distar mucho del de los corredores de élite. Las primeras marcan el ritmo solicitado -fijado en reuniones previas y con una remuneración concreta-, y están al servicio del atleta. Pero en ocasiones, como ocurrió en el maratón de Barcelona el domingo, esos papeles se alteran.Jonah Kipkemoi Chesum debía acompañar a Mekonnen hasta el kilómetro 35.
Fue en ese punto cuando el etíope no pudo seguir el ritmo de sus 'liebres' y éstas decidieron continuar, algo que no siempre está permitido. "En los 'Majors', por ejemplo, o en otro tipo de maratones, las 'liebres' tienen que pararse en el kilómetro estipulado porque hay atletas de mucho renombre y si les superan estarían incumpliendo el contrato firmado", explica el atleta español Marc Roig, que realiza labores de 'liebre' en pruebas femeninas. "No es habitual que gane una 'liebre', pero a veces pasa".
En los 'Majors', por ejemplo, las 'liebres' tienen que pararse en el kilómetro estipulado porque hay atletas de mucho renombre"
Kipkemoi, que ha competido en Juegos Paralímpicos en distancias inferiores -en su categoría de T47 la prueba más larga es el 1.500- por la malformación que tiene en su brazo derecho tras un incendio que le provocó graves quemaduras, se embolsó 3.000 euros por su labor de 'liebre' y otros 10.000 por su inesperado triunfo. "Normalmente, salvo que se prime un intento de récord del mundo, se paga más dinero cuanto más lejos llegue la 'liebre', siempre que mantenga el ritmo solicitado. Mejor que alcance el km 35 que el 30, pero no es habitual que ganen la prueba", explica Roig.
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