La historia y su asterisco. Este sábado el fondista más legendario, Eliud Kipchoge, rompió la barrera más legendaria, las dos horas, en la distancia más legendaria, el maratón, y para siempre nos quedarán peros. ¿Qué hubiera pasado si su marca, Nike, hubiera permitido que ocurriera en una carrera oficial? Ya nunca lo sabremos. Quedará la gesta, el primer humano que hizo lo imposible, un hombre voló en el parque Prater de Viena, y detrás su halo comercial, la impresión de que tan ímprobo esfuerzo sólo servirá para vender zapatillas.
Pese a la envergadura de lo conseguido y su importancia para un deporte necesitado de hitos, el tiempo de Kipchoge (1:59:40) no sólo será un registro fuera de los récords mundiales de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) si no que por la ambición de Nike podría incluso ponerse en duda: finalmente ningún organismo certificó que corriera exactamente 42 kilómetros y 195 metros.
Con medio millón de espectadores siguiéndolo por Youtube y muchísimos más a través de varios canales de televisión de todo el mundo, Kipchoge mantuvo un ritmo constante durante todo el maratón. Cada kilómetro, dos minutos y 50 segundos; como mucho dos segundos más rápido, como mucho dos segundos más lento. Incasable, impasible. Hasta el kilómetro 35 ni tan siquiera abrió la boca, a partir del kilómetro 40 empezó a sonreír y ya al final incluso se permitió levantar los brazos para animar al público presente en Viena.
Ayudado en todo momento por un coche y 41 liebres que le marcaban el ritmo y le paraban el viento, el vigente campeón olímpico y plusmarquista mundial de la distancia no desfalleció lo más mínimo.
SPRINT FINAL
Al contrario. Mientras hace dos años, en el anterior experimento de Nike, organizado en el circuito de Monza, Kipchoge bajó el ritmo en los últimos compases y se quedó a 26 segundos de cumplir con el reto, esta vez se mantuvo constante en los kilómetros finales y, es más, cruzó la meta al sprint, a toda velocidad. Al hacerlo, se abrazó a su entrenador, Patrick Sang, fue aupado por los corredores que habían ejercido de liebre, se hizo con una bandera de Kenia y se marcó incluso un par de aceleraciones más para celebrarlo con los aficionados que se habían reunido en la meta. Su mujer, Grace Sugutt, y sus tres hijos observaban la alegría de Kipchoge de lejos esperando a que acabara todo el mundo de felicitarlo para poder acercarse a él.
"Me siento bien. Es un momento muy importante en la historia del deporte. Han pasado 65 años desde que el ser humano rompiera la primera barrera [en referencia a Roger Bannister, el primero que corrió una milla en menos de cuatro minutos] y era el momento de repetirlo. Estoy feliz por haber sido el primer humano en bajar de las dos horas. El ser humano no tiene límites. Espero no ser el último en conseguirlo", comentaba Kipchoge poco después de cruzar la meta, sin perder un segundo el aliento pese al esfuerzo.
Fuente del texto: el mundo.es
Video enINEOS 1:59
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