Kenia es el paraíso del atletismo de fondo. Un lugar en el que atletas como Kipchoge han construido un entorno ideal para desafiar los límites del ser humano. El hogar del pueblo 'kalenjin', una de las 42 tribus del país, compuesta por personas espigadas y con características fisiológicas que les favorecen al correr. Pero la paz y el contexto de trabajo se han roto en los últimos tiempos por dos motivos: la violencia machista y el dopaje, incontrolables para las autoridades.
En los últimos tiempos se han producido marchas de mujeres para pedir el fin de los feminicidios, cuyas caras más visibles han sido Agnes Jebet Tirop, Edith Muthoni, Hosea Mwok y el más reciente de Rebecca Cheptegei. Cuatro atletas víctimas de la violencia machista. “Somos seres humanos”, “Digan sus nombres” y “¡Dejen de matarnos!” son algunos de los lemas más repetidos desde 2016, cuando el movimiento empezó a alzar la voz frente a una vorágine de 500 asesinatos de mujeres y niñas.
El asesinato de Cheptegei, fruto de la violencia sistémica
Según un informe de la ONU, estos homicidios son "el punto final falta de un patrón de violencia física o sexual, alimentado por normas sociales que imponen el control o poder masculino sobre las mujeres". En Kenia, el 41% de las mujeres que han estado casadas han sufrido violencia física, en comparación con el 20% de las que no lo han estado. “Es sorprendente que, a pesar de todas las leyes, compromisos, políticas y prácticas prometedoras, la violencia contra las mujeres y las niñas siga siendo rampante”, afirma Anna Mutavati, representante de ONU Mujeres en Kenia.